Características de la filosofía presocrática: Thales, Anaximandro y Anaxímenes
Presocráticos se les denomina a todos aquellos pensadores griegos anteriores a Sócrates o que viviendo en la misma época que él, continuaban con aquella filosofía.
Los presocráticos rompen con la tradición mítica iniciando un proceso que se le denominó “paso del mito al logos”. El origen de esta forma superadora del pensamiento se sitúa en la Grecia del siglo VI antes de nuestra era, más concretamente en Jonia y es obra fundamentalmente de los filósofos de la escuela de Mileto: Thales, Anaximandro y Anaxímenes. Dice Pooper: “la nueva actitud a la que me refiero es la actitud crítica. En lugar de transformar dogmáticamente la doctrina, con el único fin de conservar la tradición auténtica, encontramos una discusión crítica de la misma. Algunos empiezan a plantear preguntas, ponen en tela de juicio la integridad de la doctrina: su verdad.”
Si dichos pensadores son ya propiamente filósofos y no meramente forjadores de mitos, es debido a que su pensamiento y su actividad estuvieron animados por una fuerte actitud crítica, alejada de las crédulas formas dogmáticas del pensamiento sometido a cánones fijos, como el pensamiento de tipo religioso. Fue esta actitud crítica la que les permitió afrontar con una nueva mentalidad el conjunto de saberes de su época y en especial, críticamente, la tradición mitológica anterior y no aceptar sin razonar la pretendida verdad de los relatos y tradiciones míticas.
Aunque cada uno de estos tres pensadores desarrolló un pensamiento propio y bien diferenciado, compartían algunas características, de las cuales se destacan las siguientes:
· Dirigieron su investigación hacia la búsqueda del “arkhé” o principio cósmico universal del que todas las cosas proceden, ya que tenían el convencimiento de que más allá de las apariencias sensoriales que nos muestran una realidad cambiante, múltiple y diversa, se podría encontrar un principio explicativo fundamental accesible mediante el uso de la razón.
· Su investigación acerca de este principio cósmico, universal, único o arkhé superaba las anteriores concepciones míticas y religiosas que hacían depender todo lo real de la libre y arbitraria voluntad de los dioses o de la ciega fuerza del destino o “moira”. En contra de esto los filósofos de la escuela de Mileto que todo cuanto existe es un cosmos, es decir, orden que está sometido a leyes o regularidades físicas que ordenan lo existente, y que pueden ser descubiertas ya que no están sometidas al árbitro de fuerzas sobrenaturales, sino regidas por la necesidad.
Pero cada uno de estos tres pensadores concibió el arkhé de una manera distinta. Así, según Thales era el agua, puesto que se manifiesta fácilmente en los tres estados de agregación de la materia; líquido, sólido y gaseoso, y además a cada uno de estos estados le corresponden propiedades cualitativas distintas. El agua es el principio del que todo procede y al que todo vuelve.
Anaximandro pensaba que el arkhé era el apeirón, es decir, lo ilimitado puesto que ninguna sustancia actualmente visible podía ser el principio de lo existente, ya que todo cuanto existe es ya fruto de un previo proceso de transformación.
Anaximandro postula una teoría del origen del universo, que defendía que este era el resultado de la separación de opuestos desde la materia primaria. Así, el calor se movió hacia afuera, separándose de lo frío y después, lo hizo lo seco de lo húmedo. Sostenía que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó.
Anaxímenes, sintetizando en parte la tesis de sus dos predecesores, sustentó que el arkhé es el aire, pues cumple con la condición de ser ilimitado como el apeirón de Anaximandro, pero es una entidad de la que podemos tener constancia, como el agua de Thales. Pero además, el aire se le aparecía como la manifestación de aquel principio de animación propio del hilozoísmo (designa una concepción de la materia, y por extensión, de toda la naturaleza . Los hilozoístas consideran que toda la realidad, incluso la inerte, está dotada de sensibilidad, y por tanto animada por un principio activo), ya que todo cuanto está vivo, respira. No obstante, lo más destacable de la posición de Anaxímenes fue su tesis de la reducción de los aspectos cualitativos a diferencias cuantitativas; todo cuanto existe se puede explicar apelando a la ley de la condensación o rarefacción del aire.
Heráclito y Parménides
Presocráticos se les denomina a todos aquellos pensadores griegos anteriores a Sócrates o que viviendo en la misma época que él, continuaban con aquella filosofía.
Los presocráticos rompen con la tradición mítica iniciando un proceso que se le denominó “paso del mito al logos”. El origen de esta forma superadora del pensamiento se sitúa en la Grecia del siglo VI antes de nuestra era, más concretamente en Jonia y es obra fundamentalmente de los filósofos de la escuela de Mileto: Thales, Anaximandro y Anaxímenes. Dice Pooper: “la nueva actitud a la que me refiero es la actitud crítica. En lugar de transformar dogmáticamente la doctrina, con el único fin de conservar la tradición auténtica, encontramos una discusión crítica de la misma. Algunos empiezan a plantear preguntas, ponen en tela de juicio la integridad de la doctrina: su verdad.”
Si dichos pensadores son ya propiamente filósofos y no meramente forjadores de mitos, es debido a que su pensamiento y su actividad estuvieron animados por una fuerte actitud crítica, alejada de las crédulas formas dogmáticas del pensamiento sometido a cánones fijos, como el pensamiento de tipo religioso. Fue esta actitud crítica la que les permitió afrontar con una nueva mentalidad el conjunto de saberes de su época y en especial, críticamente, la tradición mitológica anterior y no aceptar sin razonar la pretendida verdad de los relatos y tradiciones míticas.
Aunque cada uno de estos tres pensadores desarrolló un pensamiento propio y bien diferenciado, compartían algunas características, de las cuales se destacan las siguientes:
· Dirigieron su investigación hacia la búsqueda del “arkhé” o principio cósmico universal del que todas las cosas proceden, ya que tenían el convencimiento de que más allá de las apariencias sensoriales que nos muestran una realidad cambiante, múltiple y diversa, se podría encontrar un principio explicativo fundamental accesible mediante el uso de la razón.
· Su investigación acerca de este principio cósmico, universal, único o arkhé superaba las anteriores concepciones míticas y religiosas que hacían depender todo lo real de la libre y arbitraria voluntad de los dioses o de la ciega fuerza del destino o “moira”. En contra de esto los filósofos de la escuela de Mileto que todo cuanto existe es un cosmos, es decir, orden que está sometido a leyes o regularidades físicas que ordenan lo existente, y que pueden ser descubiertas ya que no están sometidas al árbitro de fuerzas sobrenaturales, sino regidas por la necesidad.
Pero cada uno de estos tres pensadores concibió el arkhé de una manera distinta. Así, según Thales era el agua, puesto que se manifiesta fácilmente en los tres estados de agregación de la materia; líquido, sólido y gaseoso, y además a cada uno de estos estados le corresponden propiedades cualitativas distintas. El agua es el principio del que todo procede y al que todo vuelve.
Anaximandro pensaba que el arkhé era el apeirón, es decir, lo ilimitado puesto que ninguna sustancia actualmente visible podía ser el principio de lo existente, ya que todo cuanto existe es ya fruto de un previo proceso de transformación.
Anaximandro postula una teoría del origen del universo, que defendía que este era el resultado de la separación de opuestos desde la materia primaria. Así, el calor se movió hacia afuera, separándose de lo frío y después, lo hizo lo seco de lo húmedo. Sostenía que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó.
Anaxímenes, sintetizando en parte la tesis de sus dos predecesores, sustentó que el arkhé es el aire, pues cumple con la condición de ser ilimitado como el apeirón de Anaximandro, pero es una entidad de la que podemos tener constancia, como el agua de Thales. Pero además, el aire se le aparecía como la manifestación de aquel principio de animación propio del hilozoísmo (designa una concepción de la materia, y por extensión, de toda la naturaleza . Los hilozoístas consideran que toda la realidad, incluso la inerte, está dotada de sensibilidad, y por tanto animada por un principio activo), ya que todo cuanto está vivo, respira. No obstante, lo más destacable de la posición de Anaxímenes fue su tesis de la reducción de los aspectos cualitativos a diferencias cuantitativas; todo cuanto existe se puede explicar apelando a la ley de la condensación o rarefacción del aire.
Heráclito y Parménides
Heráclito de Efeso, filósofo presocrático que perteneció a una familia noble de Efeso y fue llamado “el oscuro” a causa de la difícil concisión de su estilo. Fue posterior a Pitágoras y anterior a Parménides. Es autor de una obra en prosa llamada “Sobre la naturaleza”, constituida por aforismos y sentencias breves y tajantes, reforzaba su desprecio por la mayoría, ya que, según él son ciegos a lo más evidente, que es el sentido oculto de la naturaleza.
El punto de partida de Heráclito es la comprobación del incesante devenir de las cosas. “Todo fluye”, decía Heráclito, nada permanece sino que cuanto existe está sometido a un proceso ininterrumpido de alteración y, por tanto, nada “es” propiamente. El mundo es un flujo perpetuo: “no es posible meterse dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, a causa de la velocidad del movimiento todo se dispersa y se recompone de nuevo, todo viene y va.” La sustancia que sea principio del mundo debe explicar el incesante devenir con su propia y extrema movilidad. Para Heráclito es el fuego. “Este mundo, que es el mismo para todos, no ha sido creado por ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente vivo que se enciende según un orden regular.” Así que, el cambio es un salir del fuego o un retorno al mismo. El fuego es el principio activo, donde se da el movimiento, el cambio, el fluir de la cosas. El fuego es la sustancia que da vida.
En las palabras iniciales de su libro se lamenta de que los hombres, a pesar de haber escuchado al logos, la voz de la razón, se olvidan de ellas tanto en la palabras como en las obras de modo que no saben lo que hacen despiertos, de la misma manera que no saben lo que hacen dormidos.
Heráclito es el filósofo de la investigación. En él alcanza por primera vez la investigación filosófica conciencia de su naturaleza y de sus supuestos. Según él la misma naturaleza exige la investigación: “a ella le gusta ocultarse”. La segunda condición de la investigación es la comunicación entre los hombres. El pensamiento es común a todos, el hombre no solo debe dirigir la investigación a sí mismo, sino también, a aquello que lo vincula a los demás: el logos que constituye la esencia más profunda del hombre individual es también lo que une a los hombres entre sí.
Heráclito ha determinado la ley cuyo significado debe aclarar y profundizar la investigación. Para entender la ley suprema del ser, el logos que lo constituye y gobierna, es preciso unir lo completo y lo incompleto, lo concorde y lo discorde, y darse cuenta que la unidad surge de todos los opuestos. “La misma cosa es lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo, ya que cada uno de estos opuestos, al cambiar es el otro y a su vez este otro es, al cambiar, aquel.” De la misma manera que en la circunferencia, cada punto es a la vez principio y fin, tal como el mismo camino puede recorrerse hacia arriba o hacia abajo, así todo contraste supone una unidad que constituye el significado vital y racional del contraste mismo. “Lo que es opuesto une y lo que diverge unifica”.
Parménides, filósofo presocrático nacido el año 510 a.c., originario de Elea.
Escribió un extenso poema de 154 versos hexamétricos dividido en dos partes y un proemio de 32 versos, la primera parte se titulaba Vía de la verdad y la segunda Vía de la opinión. El proemio describe como Parménides fue raptado por entes divinos que lo conducen mediante un carro tirado por yeguas y guiado por las hijas del sol hacia la presencia de una diosa benevolente, más allá de las puertas del día y de la noche. Estas aurigas inmortales franquean la puerta guardad por Diké (la justicia) hasta llegar a la diosa que le comunicará la verdad. La diosa le acoge señalándole que ha sido el amor a la justicia y a la sabiduría quienes le han llevado a su presencia y al auténtico camino del conocimiento. La diosa le da un discurso de la bien redondeada verdad, lo que constituye la Vía de la verdad, el discurso sobre las falsas opiniones de los hombres constituye la Vía de la opinión.
Este viaje de la noche al día, hacia la morada de la verdad es una alegoría del proceso de conocimiento, como lo es la alegoría de la caverna de Platón. El ser se corresponde con la verdad, que es intemporal, mientras que la noche o la oscuridad que representaría el falso conocimiento sometido a la variación, al cambio y la multiplicidad.
Parménides quiere conocer la verdad, la verdad que se logra a través del pensamiento, que es la luz. La oscuridad, lo negativo, la falta de conocimiento. Se da cuenta que hay cosas que no sabe, que no conoce y va en búsqueda del saber, de la verdad, de la luz. Tiene un método que es un viaje de la oscuridad, doxa, experiencia, a la verdad, la luz, epysteme. La razón es el medio por el cual el hombre llega a la verdad. La verdad es inmortal, solo muere lo mortal o sea la oscuridad. La verdad no cambia.
Es necesario conocer la oscuridad para llegar a la verdad (aletehia).
DIALECTICA
(viaje hacia la verdad)
DOXA ------------- EPYSTEME
Oscuridad Luz
Experiencia Verdad
La Vía de la verdad se muestra como el único camino realmente practicable para el filósofo. Para llegar a la verdad hay dos caminos: uno es que el ser es y el no ser no es, y el otro que el ser no es y el no ser es.
La Vía de la verdad concibe que el ser es y no puede no ser, la oscuridad puede ser y no ser.
El ser no fue creado, sino alguna vez hubiera sido no ser. Ya que no puedes comprender lo que no es, todo lo que pienso es, porque lo mismo es pensar y ser. Lo que pienso es y lo que es existe. El ser existe por la posibilidad de pensarlo, todo lo que pienso es. El ser es único, eterno, inmóvil, inmutable.
Para Parménides lo que es no puede dejar de ser, ya que dejar de ser es convertirse en no ser, lo que es imposible ya que lo que no es, no es, razón por la cual es imposible el cambio.
¿Contradicciones entre Parménides y Heráclito?
A veces se ha contrapuesto la filosofía de Parménides con la de Heráclito, señalando que mientras el primero destaca el carácter inmutable del ser, el segundo elabora una filosofía del puro devenir. Todo fluye, decía Heráclito, nada permanece sino que cuanto existe está sometido a un proceso ininterrumpido de alteración y, por tanto, nada es propiamente. En cambio para Parménides lo que es no puede dejar de ser, ya que dejar de ser es convertirse en no ser, lo que es imposible porque lo que no es, no es, razón por la cual es imposible el cambio.
Se ha afirmado que el poema de Parménides que habla de los hombres bicéfalos hace referencia a Heráclito.
Dejando atrás esta dudosa atribución debe destacarse que, en cierta medida, la confrontación entre ellos no es tan radical, ya que ambos niegan veracidad a los simples datos sensoriales y reivindican una atalaya superior desde la cual comprender la multiplicidad que brinda el conocimiento general del común de los mortales.
Heidegger ha querido subrayar una cierta proximidad entre el pensamiento de ambos, puesto que son expresión de una concepción de la verdad como desocultación.
La Vía de la verdad se muestra como el único camino realmente practicable para el filósofo. Para llegar a la verdad hay dos caminos: uno es que el ser es y el no ser no es, y el otro que el ser no es y el no ser es.
La Vía de la verdad concibe que el ser es y no puede no ser, la oscuridad puede ser y no ser.
El ser no fue creado, sino alguna vez hubiera sido no ser. Ya que no puedes comprender lo que no es, todo lo que pienso es, porque lo mismo es pensar y ser. Lo que pienso es y lo que es existe. El ser existe por la posibilidad de pensarlo, todo lo que pienso es. El ser es único, eterno, inmóvil, inmutable.
Para Parménides lo que es no puede dejar de ser, ya que dejar de ser es convertirse en no ser, lo que es imposible ya que lo que no es, no es, razón por la cual es imposible el cambio.
¿Contradicciones entre Parménides y Heráclito?
A veces se ha contrapuesto la filosofía de Parménides con la de Heráclito, señalando que mientras el primero destaca el carácter inmutable del ser, el segundo elabora una filosofía del puro devenir. Todo fluye, decía Heráclito, nada permanece sino que cuanto existe está sometido a un proceso ininterrumpido de alteración y, por tanto, nada es propiamente. En cambio para Parménides lo que es no puede dejar de ser, ya que dejar de ser es convertirse en no ser, lo que es imposible porque lo que no es, no es, razón por la cual es imposible el cambio.
Se ha afirmado que el poema de Parménides que habla de los hombres bicéfalos hace referencia a Heráclito.
Dejando atrás esta dudosa atribución debe destacarse que, en cierta medida, la confrontación entre ellos no es tan radical, ya que ambos niegan veracidad a los simples datos sensoriales y reivindican una atalaya superior desde la cual comprender la multiplicidad que brinda el conocimiento general del común de los mortales.
Heidegger ha querido subrayar una cierta proximidad entre el pensamiento de ambos, puesto que son expresión de una concepción de la verdad como desocultación.

El trabajo es interesante.
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